martes, 30 de junio de 2020

Cómo hacer un ensayo

 ensayoBLOG
El ensayo académico es un tipo de composición escrita en prosa que de forma breve, analiza, interpreta o evalúa un tema (Gamboa, 1). En otras palabras, intenta resolver un problema por medio de argumentos. Este tipo de texto trata de responder una interrogante (no necesariamente demostrar una hipótesis), trata de respaldar una tesis por medio de la argumentación o exposición (ver argumentación y exposición). Este tipo de texto, motiva el pensamiento crítico e independiente de quien escribe, ya que incita al estudiante a buscar un problema y su posible solución, así como un análisis profundo e individual de algún tema en particular.
Las características del ensayo académico varían según los requerimientos del modelo de cita y referencia que se esté utilizando (APA, MLA, etc.). Sin embargo, como características generales podemos decir que todo ensayo académico hace uso de un lenguaje formal y se escribe en tercera persona del plural o con voz neutra; posee un contenido relevante y bien documentado así como muestra una opinión propia pero justificada con otras fuentes. Finalmente, entre diez y quince cuartillas de extensión, todo ensayo requiere de una introducción, un cuerpo, conclusiones y referencias bibliográficas.

Función en el medio académico

El ensayo desempeña un papel importante dentro del medio académico, debido a que se considera un buen recurso para la evaluación del conocimiento adquirido por los estudiantes. Muchos profesores eligen este tipo de texto por ser ideal para evaluar, ya que motiva tanto la postura crítica del estudiante así como demuestra los conocimientos adquiridos en el área que se esté investigando o desarrollando. Por otro lado, este tipo de texto es bastante flexible y se puede aplicar a todas las áreas de estudio e investigación (con sus debidas variaciones), así que es una herramienta ideal para evaluar el manejo de los recursos argumentativos, expositivos y persuasivos del estudiante así como la habilidad que éstos poseen para la acumulación y revisión de fuentes bibliográficas diversas, según su área de estudio.

Estructura

La estructura típica del ensayo académico consta de una introducción, un desarrollo EXPOSITIVO-ARGUMENTATIVO, conclusiones y referencias bibliográficas. A continuación explicaremos cada una de estas partes con detalle.
La introducción sirve para presentar el propósito del ensayo, para mostrar los acercamientos, de forma general, que se presentarán en el desarrollo y para dar una breve noción al lector de la organización del texto. La introducción también sirve para presentar la tesis central del ensayo, es decir, la pregunta que se intenta responder. Es necesario limitar el tema y enfocarlo en algún punto de interés para lograr una tesis clara y que llame la atención del lector. De esta manera, podemos afirmar que la introducción consta de dos partes: una breve introducción general al tema y a la organización del ensayo, y la exposición de la tesis central.
En el cuerpo del ensayo se desarrollan los aspectos expuestos en la introducción, comenzando por los aspectos más generales o de contextualización acerca del tema y terminando con los argumentos que sostienen la tesis que se expone. La organización de esta parte del ensayo es variada y depende tanto del tema como de las intenciones del autor. Esta sección es la más importante del ensayo no sólo porque expone y argumenta la tesis sino porque demuestra la capacidad de organización, exposición y argumentación del escritor (Gamboa, 4).
Una vez que se tiene la introducción y el cuerpo del ensayo, el autor puede pasar a redactar la conclusión. En la conclusión se recapitulan la tesis y las ideas principales que se expusieron tanto en la introducción como en el cuerpo del ensayo. En esta sección, se comienza haciendo un breve resumen del ensayo y se termina con una frase bien pensada, que cierre la tesis expuesta por el autor. Es en esta parte donde el autor tiene que cerrar el ensayo con una respuesta a la pregunta que se planteó, la cual puede o no coincidir con las ideas, previas a la investigación, del autor. Es decir, la tesis central puede ser cierta o presentarse como falsa, lo importante es cerrar el ensayo.
La bibliografía es una de las partes fundamentales del ensayo porque es en ella donde los argumentos, la información y las ideas, se respaldan. Sin una bibliografía correcta, el ensayo puede no sostenerse o bien, declararse como plagio. Además es importante recordar que las citas, ya sean textuales o parafraseadas, se sostienen en ésta última parte del ensayo. La bibliografía pueden ser libros, fuentes de internet, DVD’s, revistas, tesis, otros ensayos, en fin cualquier cosa que brinde información sobre el tema, lo importante es citarla según el modelo que se esté utilizando.

Pasos para la elaboración del ensayo

 Los pasos para la elaboración del ensayo académico son los siguientes:
  1. Plantear un problema dentro de una disciplina (tesis)
  2. Selección y delimitación del tema.
  3. Formular diversas hipótesis en torno al problema planteado. Es decir, el problema tiene solución ¿si o no? ¿cómo? ¿por qué? etc.
  4. Obtener información de diversas fuentes como libros, DVD’s, CD’s, internet, revistas, etc.
  5. Leer, resumir y seleccionar la información útil.
  6. Determinar la línea de argumentos.
  7. Seleccionar la información que apoye a la línea argumentativa.
  8. Esbozar la posible bibliografía según el modelo de cita y referencia elegido.
  9. Elaborar un borrador del texto.
  10. Corregir el borrador, prestando atención especial a la línea argumentativa- expositiva.
  11. Revisar las referencias parentéticas, citas y paráfrasis, notas al pie y referencias finales.
  12. Edición final del ensayo.

Bibliografía utilizada

Arreola Valenzuela, José Luis. El ensayo o cómo empezar a escribir. México: Centro pedagógico de Durango, 1994.
Gamboa, Yolanda. Guía para la escritura del ensayo. Consultado el 24 de agosto de 2010. Disponible en:  http://fcps.uaq.mx/descargas/prope2014/lectura_redaccion/6/guia_escritura_ensayo.pdf
Ramírez, G. (2004). El ensayo académico. Consultado el 7 de julio de 2010. Disponible en: http://fis.ucalgary.ca/ACH/JAGM/303/Pensamiento_critico/0_El_ensayo_academico.htm
 Sánchez Lobato, Jesús. Saber escribir. Madrid: Aguilar, 2006.
 Vélez, Jaime Alberto. Límites del ensayo académico. Consultado el 2 de septiembre de 2010. Disponible en:  http://www.javeriana.edu.co/prin/sites/default/files/Velez_J.A._-_Limites_del_ensayo_academico.pdf
Mtro. Martín Sánchez Camargo
Coordinador del Área de Primera Lengua
Departamento de Letras, Humanidades e
Historia del Arte
Universidad de las Américas-Puebla
E-mail: martin.sanchez@udlap.mx
Blog: http://mscalfabetizacionacademica.wordpress.com/
Oficina: HU-203 L

jueves, 10 de mayo de 2018

Uruguay del 900

José Pedro Barrán “Historia de la Sensibilidad en el Uruguay, Tomo II. El Disciplinamiento 1860-1920”, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo 1990

Capítulo I: EL nacimiento de la sensibilidad “Civilizada” y su entorno.

I. A la búsqueda de décadas claves.

“El investigador de la hitoria de la sensibilidad advierte que hacia 1900 está en presencia de sentimientos, conductas y valores diferentes a los que habían modelado la vida de los hombres en el Uruguay hasta por lo menos 1860. Una nueva sensibilidad aparece definitivamente ya instalada en las primeras décadas del siglo XX aunque perviven tal vez hasta hoy- rasgos de la anterior “barbarie”.
Esa sensibilidad del Novecientos que hemos llamado “civilizada”, disciplinó a la sociedad: impuso la gravedad y el “empaque” al cuerpo, el puritanismo a la sexualidad, e trabajo al “ecesivo” ocio antiguo, ocultó la muerte alejándola y embelleciéndola, se horrorizó ante el castigo de niños, delincuentes y clases trabajadoras y prefirió reprimir sus almas, a menudo inconsciente del nuevo método de dominación elegido, y por fin, descubrió la intimidad transformando a “la vida privada”, sobretodo de la familia burguesa en, en un castillo inexpugnable tanto ante los asaltos de la curiosidad ajena como ante las tendencias “bárbaras” del propio yo a exteriorizar sus sentimientos y haceros compartir por los demás. En realidad, eligió, para decirlo en menos palabras, la época de la vergüenza, la culpa y la disciplina.
Esa sensibilidad que hizo del “pudor” y el “recato” una norma sagrada que impuso al alma y también al cuerpo, ¿cuándo dominó a la anterior sensibilidad “bárbara”, la del juego y la risa estridente, la libertad gestua, la muerte macabra exhibida, la violencia física y la desvergüenza con que el individuo se mostraba e imbricaba en lo colectivo?
En la historia de la cultura, las fechas que delimitan períodos son casi fantasías. Y sin embargo, la Historia necesita siempre de marcos cronológicos que, a pesar de su arbitrariedad, permitan entrever sus sustancia, el tiempo. 1Vaya esto como advertencia al intento que sigue de aprehender dentro de qué límites se situó el nacimiento de la sensibilidad “civilizada” en toda la sociedad uruguaya.
Un análisis cuantitativo de las más significativas medidas gubernamentales y las modas sociales indicadoras del triunfo de la “civilización”, demuestra la existencia de tres décadas claves en a implantación del nuevo orden: los años que van de 1860 a 1890. De 33 hechos de esa maturaleza que hemos relevado, 26, o sea el 79%, corresponden a esos treinta años. Señalemos los esenciales.
En el terreno del disciplinamiento del ocio y la anulación de la Fiesta, de 1873 es el edicto de la policía de Montevideo que prohibió el juego de agua en Carnaval y fuera acatado por vez primera por la población; y de 1877 es el Decreto Ley de Educación Común que impuso a los niños la obligatoriedad de la concurrencia a la escuela primaria.
El rechazo de la violencia física experimentó su primer gran triunfo efectivo con la prohibición de esa clase de castigos a los niños impuesta por el Reglamento de las Escuelas del estado firmado por el Inspector Nacional José Pedro Varela en 1877, aunque recién culminó en 1907 con la sanción de la ley que abolió la pena de muerte.
La implantación del puritanismo sexual acusó un decidido impulso bajo el gobierno eclesiástico del Viacrio y luego Obispo Jacinto Vera (1860-1881); se nutrió de las rigurosas separaciones de sexos impuestas por los edictos policiales y reglamentos ministeriales en los “baños de mar” (1861) y el Hotel de Inmigrantes (1884), y también del horror ante la “seducción” que hasta los dirigentes sindicales anarquistas testimonian en su prensa ese mismo año.
Por último, el alejamiento de la muerte y su embellecimiento negador de lo macabro, hallaron su concresión en el Decreto de 1861 que prohibió las misas de cuerpo presente en Montevideo; la resolución de la Junta Económico-Administrativa de la Capital en 1865 prohibiendo la concurrencia de los escolares en corporación a los entierros de niños; el triunfo de la cruz sobre las imágenes macabras en los avisos fúnebres de la prensa entre 1865 y 1871; el edcto policial de ese último año que ordenó llevar cubiertos los cadáveres en los ataúdes; las primeras manifestaciones de la pompa fúnebre a la italiana hacia 1883; y la prohibición por la junta Económica Administrativa de Montevideo de la propaganda de objetos fúnebres en 1891.
Pero no debemos olvidar que a menudo estas resoluciones representan hechos socialmente diferentes.2 En algunos casos ellas respondían a la sensibilidad “civilizada” de la elite que buscaba imponerse al resto de la colectividad. LA supresión del juego de agua en 1873, por ejemplo, creemos que es de esta naturaleza pues el juego renació con ferocidad años después. En otros casos, en cambio, cuminaban procesos en los que toda la sociedad participaba del horror ante a sensibilidad antigua promoviendo su “civilización”, por ejemplo, cuando la Junta Económico-Administrativa montevideana prohibió en 1886 la intalación de “carpas” en que se vendían bebidas alcohólicas frente a los Cementerios los 2 de noviembre, hecho que fomentaba la “indecente” mezcla de la Muerte con la Fiesta, típica de la anterior “barbarie”.
Por consiguiente, ciertas formas de sensibilidad antigua tardaron en transformarse más que otras y el avance de lo nuevo fue discontínuo, contribuyendo a ello sobre todo las diferencias entre elite y mayoría, pero también un fenómeno más difícil de detectar y sobre el cual la investigación nuestra no ha avanzado lo suficiente: la mayor supervivencia de lo viejo en planos como el de la muerte, por ejemplo, frente a la relativa velocidad con que fue vencida la Fiesta popular y su acompañante: el ocio.
Para explicar los diferentes tiempos con que los distintos planos de la sensibilidad “bárbara” fueron sustituídos, muy probablemente debamos tener en cuenta el nuevo modelo económico y social que a la par de instaló en el Uruguay. De este modo de entendería con cierta sencillez que el ocio haya sido derrotado antes que la imagen de la muerte, también esencial para el triunfo de la sensibilidad “civilizada”, apareció, empero, como algo menos directa y claramente emparentado con la modernización de la sociedad.
LA resistencia de la sociedad “bárbara” ante algunas transformaciones impulsadas violentamente desde arriba -la condena del ocio y el juego, la imposición del culto al trabajo, por ejemplo, prueban que detrás de estos cambios de sentir y de conducta se halla la lucha social dinamizadora de un proceso cultural que fue, a la vez, obra de un sistema de dominación.
Elite y mayoría tuvieron, entonces, sus propios “tiempos” y también los tuvieron as distintas esferas de la sensibilidad. Hacia el Novecientos, empero, la sensibilidad “civilizada” ha triunfado y todo tiende a acompasarse y ocurrir a la vez: en las elites como en las mayorías, en el plano de la muerte como en el de la sexualidad.3
Todavía en 1869 la prensa popular como “El Ferrocarril” se lamentaba de la tentativa del Jefe Político de la Capital de prohibir el juego con agua durante el Carnaval y llamaba a la desobediencia colectiva: “Lástima de ocurrencia[...] Por el pellejo de Belcebú! Y con qué quiere Ud. Que la emprendamos, estimado Sr. Nuestro? [...] Compasión, Sr Jefe [y...] que prescindiendo de las flores y de los cartuchos (ay!, tan sensibles al bolsillo) podamos entregarnos al lacer de bañarnos recíprocamente [...] ¡Viva el agua fresca! ¡Abajo el úkase que la priva!”. En 1890 ese mismo tipo de prensa, caso de “La Tribuna Popular”, condenaba duramente “el desenfreno” que “pasó los límites” pues “se jugó [con agua] de una manera espantosa en las calles centrales de la ciudad”
El cambio de actitud es sugestivo, el periodista de 1890 revela con su terminante enjuiciamiento del “desenfreno” que hasta los dirigentes naturales de los sectores populares habían pasado al campo de la sensibilidad “civilizada”. El juego, la risa impúdica y el desparpajo del cuerpo tenían los días contados; la gravedad de la vida se había apoderado al fin de los uruguayos.

La fecha de finalización del nacimiento de la sensibilidad “civilizada” por la que hemos optado, 1920, es provisoria y tiene cierto grado de arbitrariedad. En la tercera mitad del siglo XX, parece que a la vez de ser dominante la nueva sensibilidad comienza a experimentar cambios. Las relacioens entre los sexos, por ejemplo se modifican, y el baño de mar en común es una novedad significativa. El aborto en cambio, el método de control “civilizado” de los nacimientos, parece instalarse definitivamente en los hábitos de las parejas, a lo menos montevideanas. Pero la investigación histórica no ha avanzado lo suficiente aún para permitir afirmaciones rotundas. Si los treinta años que corren entre 1860 y 1890 son cruciales a la luz de esta historia como a las de la vida política, económica, social y cultural, las décadas que se inician en 1920 están en la nebulosa y convocan, en primer lugar , al trabajo heurístico simplemente.4

2. El entorno del Uruguay “moderno”

Llama la atención que estas tres décadas en que la sociedad generó una nueva sensibilidad (1860-1890), sean aquellas mismas en que el Uruguay se “modernizó”, es decir, acompasó su evolución demográfica, tecnológica, económica, política, social y cultural a la de Europa capitalista, entrando a formar parte plenamente de su círculo de influencia directa.
Entre 1860 y 1868 comenzó la primera gran transformación en el medio rural, su merinización, la incorporación de la explotación ovina al lado del tradicional vacuno, y, en la década siguiente, sobre todo entre 1876 y 1882, el segundo elemento alterador de la estancia tradicional, el cercamiento de los campos y la aceleración del mestizaje ovino y vacuno, todos hechos que se halan en el origen de la sustitución del estanciero caudillo por el estanciero empresario.5

1Hasta aquí, pág 11
2Hasta aquí página 12
3Hsta aquí página 13
4Hasta aquí página 14
5Hasta aquí página 15




Batlle, los estancieros y el Imperio Británico – tomo 1. El Uruguay del 900.
Barrán, J y Nahum, B. Montevideo, Banda Oriental, 1990.

Imágenes incorporadas en esta página, extraídas de la web.

Parte 1
“La Revolución Demográfica y el Cambio de Mentalidad”

Introducción

“El Uruguay conoció en su pasado dos modelos demográficos, es decir, dos maneras de encarar la vida y la muerte.
El primero, vigente en el siglo XVIII y la mayor parte del XIX, estuvo caracterizado por un incremento espectacular en la población debido a cuatro fuertes oleadas inmigratorias y un permanente y alto crecimiento vegetativo. La impresionante tasa de natalidad se conjugó con una baja mortalidad. La familia estaba constituida por una esposa muy joven, casi adolescente, el hombre mayor y numerosos hijos. LA fecundidad era un valor socialmente estimado y la muerte, por familiar y cotidiana, fue culturalmente aceptada.
El segundo modelo demográfico comenzó a gestarse en 1880-90. En 20 años se afianzó y hacia 1900-10 estaba constituido. La población disminuyó su ritmo de crecimiento. De 1900 a 1930 sólo arribaron dos oleadas inmigratorias a una sociedad que, por relativamente densa. Poco sitio les dejó. Luego de 1930 se interrumpió toda corriente importante del exterior. La natalidad descendió más espectacularmente aún de lo que lo hizo la inmigración y la mortalidad. La familia resultante se constituyó con una esposa madura y un número de hijos que a menudo sólo garantizaba el mantenimiento del nivel poblacional, no su superación. A la mujer-madre sucedió la mujer empleada, obrera, profesional. El feminismo hizo sus primeras armas. LA muerte, menos frecuente que antes, fue vivida como algo insólito y hasta pecaminoso. LA sensibilidad de la sociedad y los individuos se rearticuló bajo otro patrón.
Ambos modelos demográficos tuvieron consecuencias, generaron una mentalidad y una ideología, influyeron en los planteos políticos, económicos y sociales que los contemporáneos realizaron. Ello será objeto de un estudio particular en el curso de los capítulos siguientes.
Pero -esto nos interesa ahora- ambos modelos nacieron, se afianzaron- y uno de ellos murió- en medio de estructuras que los ambientaron. No hay ciencias humanas autosuficientes, que se expliquen a sí mismas, al menos cuando describen fenómenos sustanciales del hombre. La demografía prueba esta regla.
Así como un cambio estructural en la economía se alimenta en razones económicas y otras que no lo son, una transformación del modelo demográfico ocurre en un medio caracterizado por determinadas formas económicas, sociales y políticas y... demográficas.
El modelo demográfico de los siglos XVIII y XIX surgió en un región -La Banda Oriental- creada de pies a cabeza por Europa. El aporte indígena fue virtualmente nulo. El vacío de hombres debía ser colmado para crear cualquier tipo de estructura. En este sentido, la ausencia de pobladores, dato demográfico, alimentó una demografía de crecimientos que se necesitaban espectaculares porque se partía de cero. A su vez, ese vacío inicial condicionó – como la geografía con su pradera natural- el nacimiento de una peculiar civilización ganadera: ¿qué otra actividad económica hubo en el mundo capaz de dar tanto provecho con tan poca mano de obra?
Sin embargo, aun esa estructura necesitó población, sobre todo mientras no se tecnificó. Hasta 1875 el medio rural acogió al inmigrante y empleó a sus propios hijos. La vieja estancia ocupó puesteros para impedir que el ganado escapara al campo o a la aguada del vecino, muchos brazos para vigilar las ovejas, otros para castrar y marcar, todos, en fin, para defender el casco que se habitaba. LA inseguridad envolvía a esta campaña como una tela de araña.
El estado español no logró consolidar un dominio efectivo del territorio y aún cuando lo hubiera hecho en breve plazo en que nos poseyó, las guerras de la independencia hubieran debilitado el armazón como ocurrió en otras zonas de América Latina de más temprana colonización. El Uruguay, independiente desde 1828, no pudo crear un poder central efectivo hasta 1876. LA guerra civil, ambientada en la debilidad del Estado y la disputa por la posesión de tierras, se enseñoreó de la nación. Cuando no era ella, los hombres, sueltos u organizados en gavillas, merodeaban por los campos, carneando aquí y robando allá un ganado cuyo valor venal no era escaso al comercializarse fundamentalmente cuero.
La inseguridad exigió hombres en varios sentidos: el estanciero debió cumplir la ineficacia del poder teniendo más peones de los que por meras razones económicas hubiera necesitado; el país, recorrido a cada instante por hondas perturbaciones políticas – las largas guerras civiles del siglo pasado- veía morir a sus hijos y sobre todo partir a muchos pobladores en busca de mejores garantías para su vid y su propiedad. Recuérdese: durante la Guerra Grande (1839-1851) miles de orientales se refugiaron en el Brasil y miles de inmigrantes europeos, franceses en particular que se habían establecido en Montevideo terminaron sus días en Buenos Aires. Estos vacíos demográficos que la guerras civiles renovaban al menos una vez por décadas, recreaban la apetencia de hombres a la par que las necesidades de la economía.
El peculiar sistema de transportes de un país al que no había llegado la revolución industrial determinó otra demanda suplementaria de brazos. El ganado era conducido a los saladeros del litoral y Montevideo por troperos, la lana y los cueros por carreros, llos viajeros por diligencias que necesitaron casi tanto personal como fuerza caballar.
Por si fuera poco, Montevideo, centro del comercio de tránsito y la navegación fluvial con las provincias del litoral argentino y Río Grande del Sur, también necesitó mano de obra. Miles de marineros se emplearon en los barcos de cabotaje que nos unían con los puertos del Paraná y el Uruguay, otros tantos brazos hallaron ocupación en los saladeros y la industria de la construcción de una ciudad que crecía al amparo de su vitalidad mercantil.
El vacío demográfico inicial (o si se prefiere, para ser más precisos, la virtual ausencia de indígenas); las necesidades de la ganadería extensiva, parcas pero pero reales, incrementadas porla ausencia de tecnificación y seguridad en el medio rural; la debilidad del Estado y las guerras civiles; las apetencias de una ciudad-puerto cuyo hinterland quintuplicaba el actual, todo aquello configuró un ambiente propicio para el crecimiento de la población, la familia numerosa y la recepción generosa de miles de europeos. Por cierto que, después de instalado, este modelo demográfico se auto- eliminó. Surgió una ideología y un sistema de valores que lo fundamentó e incentivó. EL culto a la fecundidad y el rol exclusivamente materno de la mujer fueron, como veremos, parte de ese sistema. Estos valores generados por el modelo demográfico terminaron manteniéndolo más tiempo del necesario, del requerido por la vida económica y política del país.
En efecto ¿Qué sucedió cuando el contorno económico y político cambió entre 1875 y 1890? Lo que era de prever si pensamos que todo modelo demográfico se nutre tanto de la mentalidad dominante como de los conocimientos médicos de la época y su estructura económica. Las ideas y los valores en que creen los hombres no responden automáticamente a los cambios que la economía ambienta. Cada sector de la actividad humana tiene su ritmo, su “tempo” histórico. Las mentalidades son “prisiones de larga duración” y cambian mucho más lentamente que la vida política o la económica.
El modelo demográfico persistió más allá de lo que el contorno exigía. Mientras ese desfasaje ocurría mientras el modelo seguía dando hombres que la economía y la política ya no necesitaban, un tiempo de transición o crítico se instaló en la sociedad uruguaya y duró como mínimo unos veinte años: 1880-90 a 1900-10.
La estancia alambrada entre 1875 y 1890 prescindió de los puesteros, los agregados y la mitad del peonaje. El ferrocarril eliminó a la carreta, la diligencia, la tropa... y sus personales. El comercio de tránsito en decadencia arrastró a la navegación de cabotaje; dependientes y marineros quedaron sin empleo. Sólo la industria tímidamente iniciada en Montevideo se abría como una esperanza para los miles de desocupados que a campaña producía. Más efectiva resultó – como veremos la emigración a Brasil y Argentina.
La vida política a su vez se modificó y requirió también ella menos hombres. El poder central se consolidó bajo el militarismo (1876-1886) y se afianzó definitivamente con Batlle en 1904. LA inseguridad era un mal recuerdo. EL personal del estanciero sólo debía cumplir ahora la función vinculada a la producción. Desaparecieron las sangrías periódicas de habitantes que las guerras civiles promovían en muertes y emigraciones-huidas.
Los viejos crecimientos demográficos en medio de la nueva economía y la nueva política se tradujeron en miseria. Por fin esa realidad golpeó los ojos de todos y llegó a a conciencia individual. Así alentado nació el nuevo modelo demográfico que ya hemos descrito, el de la baja natalidad, la esposa madura y la familia pequeña. Ese fue el modelo del “novecientos”, el triunfante y consolidado entre 1900 y 1920, el contemporáneo y generador de la “revuelta” feminista en plena actuación política de Batlle y Ordóñez.
Por cierto que también este modelo uego de creado se auto-alimentó. Otra ideología y otra escala de valores sustituyeron a las antiguas. La mujer- madre se vio desplazada por la mujer-empleada y ello ambientó la reducción de la familia; los ideales de bienestar material y educación se extendieron a todos los niveles sociales y alentaron la disminución del número de hijos que las parejas ahora planificaban.
Así el país pasó en poco más de veinte años de una estructura mental y conductas demográficas típicas del “Ancien Régime” europeo al mundo de la “modernidad”. Una revolución silenciosa de gestó en el campo demográfico. El nuevo modelo, al disminuir la presión poblacional sobre las estructuras económicas y políticas, concluyó por consolidarlas en la misma medida en que él se fue fortaleciendo. Hacia 1920 una civilización uruguaya diferente y nueva había sustituido a la tradicional.”1

¿Cómo era la nueva familia ya consolidad en 1910-1915?

La edad de matrimonio de retrasó en promedio 5 años para las mujeres, casándose entre los 26 y 28 años. Esto repercutió en el número de hijos promedio por madre, que no superaba los 6. Los hombres también se casaban un poco más mayores.

“Los secretos monstruosos”

“Montevideo, por lo menos ya conocía formas artificiales de controlar la natalidad y las aplicaba. De otra manera no se comprende cómo, mientras en campaña había en 1908 un 23,46% de madres con sólo uno o dos hijos, en Montevideo ese porcentaje se elevaba al 27,98%.
Naturalmente ue no hay fácil información sobre este punto. Los métodos anticonceptivos y contraconceptivos eran celosamente guardados de una curiosidad pública en esta sociedad puritana que rehuía del sexo en la misma medida en que le recordaba la fecundidad. Es probable que los informes enviados al Vaticano por los obispos uruguayos, o los remitidos a ellos por los curas párrocos, sean la gran fuente aún inexplorada, como lo han sido para la historiografía francesa del siglo XIX los de sus autoridades eclesiásticas. (...)
Aborto, “coitus-interruptus”, y otros secretos “monstruosos”, como los calificara un contemporáneo, eran formas relativamente generalizadas. (...)
A nivel íntimo sólo contamos con un texto que prueba el choque entre la actitud antigua, reacia al control de la natalidad, y la moderna, su propiciadora. Quien lo escribió fue sugestivamente u nhombre del interior casado con una señorita de la buena sociedad montevideana de reciente origen inmigratorio. Enrique Job Reyes envió en 1914 a su esposa, la poetisa Delmira Agustini, la siguiente carta luego de la separación del matrimonio: “...(tu madre) el día de nuestro casamiento, en una entrevista que tuvimos en la sala y que tu presenciaste de lejos, pues yo, ni después de casados te conté, por delicadeza, llegó a hacerme revelaciones monstruosas de impureza y deshonor, y poniéndome de ejemplo que ella lo hacía con tu padre (...) lo monstruoso, lo repugnante del consejo de tu madre (...) lo que mostró el fondo perverso de su alma, en toda su desnudez, a pretexto de que no te hiciera madre...”2


Capítulo IV
El Cambio del rol femenino

Puritanismo y carrera matrimonial

“El modelo demográfico del novecientos modificó la situación de la mujer en la sociedad. ¿Quién sino ella era el máximo responsable biológico de la fecundidad, valor ahora relativizado?
La represión de la sexualidad femenina era una condición sine qua non para que triunfara el control de la natalidad con métodos predominantemente espontáneos, no artificiales. Retrasar la edad matrimonial, practicar el “coitus-interruptus”, fueron obvias formas de castración sentidas tanto por el hombre como por la mujer, pero fue esta última la que más “envejeció” como cónyuge al comparar 1910 con 1880, así como fue también ella la reprimida opr la moral ambiente que siempre había dejado un mayor margen de libertad sexual al hombre. ¿Acaso la primera ley de divorcio en 1907 no convirtió en causal el adulterio femenino “en todo caso” y el del hombre sólo si ocurría “en la propia casa conyugal o con escándalo público”? (...)
Por eso se acentuó el culto a la virginidad que reemplazó al decimonónico de la fecundidad. LA virginidad probaba que la mujer respetaba el matrimonio a edad tardía: un nuevo tabú.
Como siempre eran las clases medias las que mejor asumian los valores originados en el medio urbano enriquecido el que, a veces, se permitía el lujo de quebrantar las reglas porque lo podía hacer económica y socialmente. Era habitual, en las ciudades del interior, que la recién casada fuera devuelta por el novel esposo al día siguiente de la boda si se descubría que no era vírgen.
Los noviazgos se eternizaban en medio de un frenesí erótico masculino tanto más acentuado como reprimido. La novia, educada bajo fuertes presiones sociales y religiosas que le hacían sentir el sexo como el mayor pecado, llegaba al matrimonio a menudo frígida. El jóven debía esperar a tener una “posición”, ella iba haciéndose el “ajuar” puntada a puntada. El “dragoneo” - en a acepción uruguaya-- comenzaba en la calle o a la salida de misa, luego la conversación en el balcón o el zaguán, después, lo que con gracia llamó Roberto de las Carreras, el interminable “servicio de sala”. Nunca solos dirá una memorialista: “... la lámpara encendida, con la madre tejiendo o cosiendo frente a ellos o oyendo, aburrida, tantos monosílabos y sin que nunca las manos de los enamorados se tocaran, estaría hasta las 11, hora en la que el padre cerraría el diario...” (...)
Enrique Job Reyes le envió a su novia, la poetisa Delmira Agustini, mujer de conductas atípicas, la siguiente carta reveladora del culto masculino a las represiones sexuales, dando un toque más serio al asunto: “Te recordaré dos casos en que te mostré mi caballerosidad y buen proceder: uno, aquella noche en que quisiste ser mia y que yo me negué diciendo que jamás harías eso sin que primero fueras mía ante la ley y ante Dios (...) LA otra fue aquella vez que me esperaste pronta para irte conmigo, y que yo también me negué a ceder a tus súplicas, y te dije que jamás mancharía tu nombre y tu honor, cediendo a fogocidades de tu temperamento...”3 (...)

La aparición del erotismo

El puritanismo de las costumbres derivó en una excitación morbosa de la sexualidad y la sensibilidad. La literatura erótica apareció en el Uruguay cultivada por tres grandes representantes de lo que nuestros críticos han llamado con precisión “la generación del novecientos”. Nos referimos a Delmira Agustini, Carlos Reyles y Roberto de las Carreras.
El modelo demográfico, en realidad, no rechazaba al sexo sino a la fecundidad. El puritanismo era una reacción primaria frente a ese modelo y hallaba su única justificación práctica como fundamento moral del retraso en la edad matrimonial. El erotismo fue la reacción inversa pero también funcionó dentro del modelo. A éste le era indiferente que el seo volara por sí mismo, siempre y cuando lo hiciera separado de la procreación, para escándalo de la Iglesia Católica.
El “erotismo” escandalizó a los contemporáneos que lo advirtieron. Fue la respuesta subversiva de la élite culta a la represión de la sexualidad en los jóvenes por una sociedad que deseó así evitar los esplendores de la fecundidad. Pero fue una forma de rebeldía absorbida por el modelo. Amor y sexo eran reivindicados -allí estaba la rebeldía frente al puritanismo- pero al no vinculárseles a la procreación y la familia, se consolidaba el triunfante patrón demográfico.
La mayoría de estos textos literarios, obras de “enfurecidos voyeurs” ha dicho Ángel Rama, contiene altísimas dotes de sado-masoquismo, fruto patológico del puritanismo sexual ambiente. Obsérvese este pasaje de la novela “EL extraño” de Carlos Reyles publicada en 1897:
“Sara sentíase defallecer, los besos prolongados... estremecíanla... -Me muero- balbuceó... me muero... repitió, escondiendo la cabeza en el pecho de Julio para huir de los besos que le producían tanto mal y tanto bien. Pero él, poseído de la locura erótica, orgulloso de producir aquella voluptuosidad que mataba, deseando tal vez que muriese entre sus brazos siguió prodigándole enervadoras caricias, enloquecido de verla oscilar entre la vida y la muerte...”
Delmira agustini tocará la misma cuerda, aunque con otra calidad, en su “A Eros” de 1913:

Porque tu cuerpo es la raíz, el lazo
Esencial de los troncos discordantes
Del placer y el dolor, plantas gigantes.
Porque emerge en tu mano bella y fuerte,
Como un broche de místicos diamantes
El más embriagador lis de la Muerte.
Porque sobre el Espacio te diviso,
Pente de luz, perfume y melodía,
Comunicando infierno y paraíso.
Con alma fúlgida y carne sombría...

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Delmira Agustini

Roberto de las Carreras reivindicó la sensualidad para la mujer. Su posición revolucionaria para las mentalidades conservadoras del novecientos, no elogiaba empero a la mujer madre sino a la mujer amante, con lo cual el anarquista no cuestionaba el modelo demográfico imperante. (...) }
En su “Amor libre” de 1902 el tono es delirante pero claras las ideas: “Caballeros cruzados del Feminismo, proclamaremos su derecho al placer en el gran día de la Revolución Sensual!!!”. Y más adelante: “La reproducción para la mujer representa el sacrificio del individuo en el altar de la Especie...”4
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La entrada de la mujer en el mercado del trabajo

Liberada de la misión excusiva que el siglo XIX le asignara -madre-, la mujer pudo convertirse en obrera, empleada, maestra.
No fue casual que en el mismo momento histórico en que por el modelo demográfico se limitaba el papel de madre de la mujer a lo imprescindible, se forjaran para ella alternativas ocupacionales. Sin duda -¡Ycuánto!- desempeñaron su papel otros factores: el deseo de la liberación femenina, el apoyo de los radicales (anarquistas, socialistas, batllistas) al cambio del rol femenino, y sobre todo, la avidez del naciente capitalismo industrial por una mano de obra abundantísima y muy barata.(...)
Reclutadas sobre todo en la clase media y hasta algunas en la alta, también comenzaron a aparecer mujeres como alumnas en la enseñanza media y superior, y hasta egresadas de las Facultades y escritoras.(...)5

El feminismo militante

LA demografía y el ambiente que ella modeló condujeron a la “liberción” de la mujer de su viejo y exclusivo papel de madre. Su entrada al mercado del trabajo, la enseñanza y la cultura lo prueban. El feminismo militante, es decir, la asunción consciente por la mujer del nuevo rol social que la demografía y la sociedad le habían asignado, nació precisamente en el novecientos.
Fue Uruguay pionero, como era de esperarse, en el Río de la Plata, Orientada la acción hacia la obtención de la plenitud de los derechos civiles y políticos de la mujer, el feminismo nació por iniciativa de la maestra uruguaya María Abella de Ramírez, quien se había radicado en la ciudad argentina de La Plata fundando allí el primer centro feminista en 1903. En 1911 creó en el Atenero de Montevideo la “sección Uruguaya de la Federación Femenina Panamericana”
En 1916, a iniciativa de Paulina Luisi, nació el “Consejo Nacional de Mujeres”, afiliado al Consejo internacional de Mujeres con sede en Inglaterra.
Feminismo, anarquismo, socialismo y batllismo tenían múltiples puntos de contacto. No era raro. En una ética de liberación, la mujer tenía el mismo derecho de figurar que el proletariado. Pero desde el punto de vista histórico, la liberación era menos peligrosa para el orden establecido que a del proletariado. En última instancia, coincidían el feminismo y ese orden por cuanto ambos negaban el viejo valor atribuido a la fecundidad. Tal vez esto explique la relativa facilidad con que cierto tipo de feminismo triunfó.
El programa “mínimo” de reivindicaciones femeninas presentado por la uruguaya María Abella de Ramírez al Congreso Internacional de Libre pensamiento de Buenos Aires en 1906, estableció lo sustancial:

“1° Educación Física, moral e intelectual igual para ambos sexos.
2° Que todas las profesiones que están abiertas a la actividad del hombre, lo estén también para la mujer.
3° Que en todas las reparticiones públicas sean admitidas las mujeres como empleadas con el mismo sueldo y condiciones que los varones(...)
7° Que la mujer no esté obligada a vivir donde el marido se le ocurra fijar el domicilio, sino que el domicilio conyugal debe ser de común acuerdo.(...)
11 Divorcio absoluto, bastando el pedido de una sola de las partes, porque si para unirse en matrimonio se necesita el consentimiento de ambos contrayentes, para vivir desunidos en él basta la voluntad de uno...
12 Suprimir la prisión por adulterio.
13° Que la prostitución sea tolerada, pero no reglamentada, la mujer soltera y mayor de edad es dueña de sí misma; su cuerpo es lo que más legítimamente le corresponde: puede hacer de ello lo que quiera, como el hombre, sin pagar impuestos ni sufrir vejamenes policiales”.

La última reivindicación es sugestiva por cuanto al reclamar la “posesión” del cuerpo, el feminismo estaba asumiendo la sensualidad pero no la maternidad. Lo había dicho con su pecuiar estilo Roberto de las Carreras en 1902: “EL marido es un atavismo... El enemigo de la mujer es el Antropoide. Nosotros, los feministas, debemos apuñalar al monstruo interior, al Mâle Originel!...(...)
El programa del “Consejo Nacional de Mujeres” uruguayo de 1916era coincidente pero más preciso que el de 1906 en algunos puntos:
“2° Combatir la Trata de Blancas y sostener el principio de la unidad de la moral, esto es, de establecer una sola moral para ambos sexos.
3° Trabajar para que la mujer obtenga el derecho al sufragio en todos los países donde existe un gobierno democrático representativo...
a) LA apreciación del trabajo femenino sobre la base de : igual remuneración para igual rendimiento...”

El batllismo fue un aliado del feminismo.(...)6

El feminismo fue algo más que un movimiento, fue una actitud vital. Precisamente la encarnaron dos mujeres que no militaron en el movimiento: Irma Avegno y Delmira Agustini.(...)7

La reacción conservadora.

LA rebelión femenina tuvo sus enemigos en las “Clases conservadoras”, la generalidad de los partidos tradicionales no batllistas, y la opinión católica.
Sin embargo la oposición a los proyectos feministas fue distinta según estos afectaran o no a la unidad de las fortunas o tendieran a hacer de la mujer un militante en la lucha social.
Cuando el batllismo propuso el sufragio de la mujer, católicos, conservadores y blancos alzaron la vos pero no pusieron el grto en el cielo.


1Págs. 13-17
2Págs 66-67
3Pás. 75-78
4Págs. 81-83
5Págs. 83-86
6Págs.88-90

7Pág.92

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Cómo hacer un ensayo académico en  Tips UDLAP   —  por  Universidad de las Américas Puebla   — 14 noviembre, 2014 http://blog.udlap.mx...